El entendimiento público de los riesgos ante desastres fortalece nuestras comunidades y territorios, promoviendo una mayor resiliencia. Para lograrlo, es esencial desglosar y analizar cada componente del riesgo, lo que nos permite identificar causas, niveles de exposición, vulnerabilidad y las posibles consecuencias. Este enfoque racional facilita la toma de decisiones informadas en la planificación territorial y urbana, ayudándonos a manejar el riesgo de manera efectiva.
Comprender las causas del riesgo es fundamental. La susceptibilidad ante amenazas naturales o antrópicas depende de varios factores. Nos preguntamos: ¿Qué tan susceptibles estamos ante la ocurrencia de estas amenazas? Identificar estas causas nos ayuda a prevenir y mitigar posibles desastres.
La exposición de las personas, actividades, edificaciones e infraestructuras es crítica. La localización juega un papel crucial en este aspecto. Preguntarnos qué tan expuestos estamos nos lleva a considerar la ubicación de nuestros centros urbanos y las características de estos espacios.
La vulnerabilidad de nuestros centros poblados y sistemas urbanos depende de las condiciones en que se encuentran los elementos expuestos a las amenazas. Evaluar la sensibilidad de estas áreas implica considerar su capacidad para resistir y recuperarse de los impactos. Nos cuestionamos: ¿Qué tan sensibles somos ante estas amenazas?
El riesgo propiamente tal se refiere a las consecuencias de la vulnerabilidad y la exposición combinadas con la probabilidad de ocurrencia de amenazas. Desde una perspectiva de planificación, manejamos el riesgo considerando estas variables. La pregunta clave es: ¿Cuál es el riesgo admisible o el nivel de daño que estamos dispuestos a soportar?
La planificación territorial influye directamente en los niveles de exposición y vulnerabilidad. Decidir sobre áreas urbanizables y la intensidad de ocupación de los territorios expuestos permite controlar el riesgo. Asimismo, mejorar las condiciones de los elementos expuestos reduce la vulnerabilidad, disminuyendo así el riesgo total.
La localización y las condiciones de las actividades en una zona determinada son factores diferenciables pero interrelacionados. La localización está directamente vinculada a la amenaza, mientras que las condiciones de las actividades determinan el nivel de riesgo admisible. Ambos aspectos son controlables a través de la planificación urbana, influyendo en los niveles de riesgo para las personas y el territorio.
En el marco de la planificación territorial, deliberar sobre el nivel de riesgo admisible es esencial. Cada contexto y territorio particular puede enfrentar diferentes niveles de riesgo, y es fundamental establecer hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar daños potenciales.
La zonificación territorial responde a preguntas clave como ¿dónde construir? y ¿qué, cuánto y cómo construir? La planificación detalla las condiciones que deben cumplir las edificaciones y actividades en áreas específicas, discriminando en equipamientos críticos y considerando la condición socioeconómica de las personas para reducir las vulnerabilidades y lograr una reducción efectiva del riesgo de desastres.
La gestión del riesgo en la planificación es tanto prospectiva como correctiva. Interviene en los niveles de exposición y vulnerabilidad, ajustando el riesgo admisible según el diseño del plan y las decisiones de las autoridades responsables.
El análisis y evaluación completa del riesgo nos permiten abordar la pregunta: ¿Cómo podemos adaptarnos mejor a los escenarios de cambio climático? La planificación urbana juega un papel significativo en la construcción de ciudades y territorios más resilientes, enfrentando los desafíos climáticos con estrategias efectivas de reducción de riesgos.
En esta sección, ofrecemos una colección de artículos y análisis que reflejan nuestra visión sobre la planificación urbana y el desarrollo de ciudades y barrios. Nos proponemos crear un espacio dinámico para explorar y debatir los temas más actuales y emergentes del sector.
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