Quiero primero agradecer a la vida, y a quienes han acompañado este trayecto, que han sido fieles seguidores entusiastas de ruta. Colaboradores y profesionales que han pasado por nuestras oficinas, ávidos de aprender y enamorados del quehacer, con el deseo de contribuir a fortalecer una función pública específica, cual es la planificación urbana.

Luego de una reciente experiencia vital dolorosa que ha puesto en jaque mi existencia, se ha removido las bases de mi ser. Este mes estoy reintegrándome al trabajo que viene desarrollando hace 24 años el equipo de profesionales de Habiterra, por lo cual declaro renacer a un sentir colectivo. Un sentir que se renueva, al momento que miramos a un futuro entusiastas para seguir innovando, aprendiendo y colaborando, con lo que sabemos. Una experiencia de aprendizaje colectivo, que se seguirá poniendo al servicio del Estado y la sociedad entera, para contribuir en el logro de ciudades más prósperas integradas, sustentables y en definitiva más justas.

Nuestro trabajo a ratos se siente ingrato, en momentos que colisionan fuertes intereses en el territorio sujeto a planificación, por lo que nos vemos enfrentados a recibir dardos, con juicios columniosos y difamadores, cargado de falsedades. No obstante, seguiremos de pie, desarrollando nuestra labor para articular, aproximar visiones, favorecer el entendimiento, asesorar a la autoridad política de turno, contribuir en definitiva al establecimiento de grandes pactos ciudadanos a favor de la ciudad que queremos para vivir. Todo ello, con el soporte del saber desplegar procesos de planificación rigurosos, sistemáticos y complejos.

Por ello, renovamos nuestro sentir colectivo de empresa, para seguir comprometidos con nuestra labor con alegría y tesón, con espíritu optimista y rebelde, en miras de cumplir tres décadas de historia como oficina de planificación. Seguiremos con nuestro andar liviano, radiante, positivo, abierto, reflexivo y conocedor, para contribuir a través del desarrollo de nuestros estudios a una mejor ciudad y para ello a un mejor Estado planificador.

No renunciaremos a las necesidades de cambios que nuestro quehacer demanda. Podremos ser disruptivos, impetuosos, o bien asumir el statu quo, pero seguiremos enfrentando el futuro con valentía, con sapiencia y con mucho diálogo. También asumimos que nos equivocamos, sin renunciar a aprender de nuestros errores. Este es un compromiso colectivo que sella nuestra identidad.